Opinión | 12 nov 2024
Editorial
"Viva la Libertad Carajo": ¿Una utopía o una falacia según Javier Milei?
En las últimas elecciones en Argentina, Javier Milei ha capitalizado el sentimiento popular de hartazgo, proponiendo una visión de libertad centrada en el mercado, el individualismo y la desregulación. Según el candidato libertario, la única manera de alcanzar la libertad real es reduciendo el tamaño del Estado, eliminando regulaciones y dando rienda suelta a la competencia y al poder de los mercados.
La libertad es un concepto esencial para cualquier sociedad democrática. Su significado ha sido objeto de debate durante siglos, pero su raíz común es clara: la libertad es la capacidad de actuar de acuerdo con la propia voluntad, dentro de los límites del respeto por los derechos ajenos. Sin embargo, cuando la libertad se convierte en un eslogan político, como lo hace el discurso de figuras como Javier Milei, su significado se diluye y se transforma en un instrumento de campaña más que en un principio universal. En la sociedad actual, la libertad no puede ser una cuestión abstracta ni una promesa vacía.
En las últimas elecciones en Argentina, Javier Milei ha capitalizado el sentimiento popular de hartazgo, proponiendo una visión de libertad centrada en el mercado, el individualismo y la desregulación. Según el candidato libertario, la única manera de alcanzar la libertad real es reduciendo el tamaño del Estado, eliminando regulaciones y dando rienda suelta a la competencia y al poder de los mercados. Para Milei, la libertad económica es la piedra angular de una sociedad próspera y justa. Sin embargo, este planteamiento plantea serias interrogantes sobre su compatibilidad con una visión más amplia de libertad, aquella que pone el bienestar colectivo y la equidad social en el centro.
Libertad económica versus libertad social
Milei parece confundir la libertad económica con la libertad social. Mientras la libertad económica es un pilar importante para el funcionamiento de cualquier país, entenderla como la única forma de libertad es reduccionista. La economía de mercado no necesariamente garantiza la justicia social, la igualdad de oportunidades o el acceso universal a los derechos básicos. En una sociedad profundamente desigual como la argentina, la idea de que "quien trabaja, progresa" puede ser una falacia. La realidad es que el acceso a la educación, la salud, y otros servicios esenciales depende de la capacidad económica de cada individuo, lo que perpetúa las brechas sociales en lugar de permitir la verdadera libertad para todos.
Un ejemplo claro de esta contradicción es la promesa de Milei de eliminar impuestos y reducir la intervención estatal. Si bien es cierto que una menor carga impositiva puede beneficiar a ciertos sectores, especialmente a aquellos con mayores recursos, esta visión ignora el hecho de que el Estado cumple un rol vital en la protección de los más vulnerables. La pobreza, la falta de acceso a la salud y la educación, y la desnutrición infantil son problemas que no se resuelven con una desregulación total. La libertad de los ricos no puede ser la única que se valore; la libertad de los más pobres, aquellos que carecen de oportunidades reales, también debe ser defendida.
La libertad en una sociedad plural
La verdadera libertad no es la libertad de unos pocos de acumular riquezas a costa del sacrificio de las mayorías. La libertad es la posibilidad de elegir el tipo de vida que uno desea vivir, en un marco de igualdad de condiciones y oportunidades. En una sociedad democrática y plural, la libertad no puede concebirse como un concepto exclusivamente económico, sino que debe abarcar también los derechos sociales, culturales y políticos. La libertad de expresión, la libertad de organización y la libertad de acceso a servicios públicos de calidad son derechos que deben estar garantizados para todos los ciudadanos, independientemente de su capacidad de compra o de su pertenencia a un grupo social privilegiado.
El Estado como garante de la libertad colectiva
La libertad que pregona Milei parece estar orientada a un mundo sin regulaciones ni controles, donde las leyes del mercado son las que determinan el destino de cada individuo. Sin embargo, esta visión olvida que el Estado tiene un papel fundamental en garantizar la libertad colectiva y el bienestar general. La libertad social, aquella que asegura que todos los individuos puedan desarrollarse en igualdad de condiciones, requiere de un Estado que proteja a los más débiles y cree las condiciones para una distribución más equitativa de la riqueza. La libertad no es solo la capacidad de los individuos para actuar sin restricciones, sino también la capacidad de todos los miembros de la sociedad para vivir con dignidad, acceder a una educación de calidad, recibir atención médica adecuada y disfrutar de los derechos laborales.
¿Una libertad para todos o solo para algunos?
Es fácil hablar de libertad cuando se tiene el poder económico y las oportunidades para prosperar. Pero la verdadera libertad, la que debe defenderse en una sociedad democrática, es aquella que permite a cada ciudadano, independientemente de su estatus social, acceder a las mismas oportunidades. La libertad que propone Milei, centrada en el desmantelamiento del Estado y el primado absoluto del mercado, es una libertad que favorece a los poderosos y deja a los más débiles a merced de la competencia feroz y las leyes del capital.
En este sentido, la libertad que debe buscarse en Argentina no es una libertad para unos pocos, sino una libertad inclusiva, que respete y garantice los derechos de todos los ciudadanos. La libertad económica, sin un marco de justicia social, no es libertad, sino una nueva forma de opresión.
La libertad que pregona Javier Milei es una visión profundamente individualista, donde el Estado es percibido como un obstáculo para el desarrollo personal. Sin embargo, la verdadera libertad solo puede existir cuando todos los ciudadanos tienen las mismas oportunidades para prosperar, cuando las diferencias sociales y económicas son reducidas, y cuando el acceso a los derechos fundamentales no depende de la riqueza o el poder.
El desafío de la Argentina es construir una libertad que sea verdaderamente universal: una libertad que no solo esté al alcance de unos pocos, sino que sea capaz de garantizar el bienestar de todos. Esta es la libertad que realmente merece la sociedad, una libertad que no se reduzca a un eslogan político, sino que se traduzca en una sociedad más justa y equitativa para todos.