martes 26 de septiembre de 2023 - Edición Nº1756

Opinión | 2 sep 2023

Vuelven los lentos

Para arreglar los problemas económicos de la Argentina tanto Bullrich como Milei ofrecen las soluciones de los noventa. ¿Cómo se puede votar algo que ya fracasó?, lo que cabe preguntarse es ¿Por qué no votar a quienes ofrecen estabilidad y terminar con la inflación?


El primer gobierno de Carlos Menem tuvo su usina de pensamiento económico: la Fundación Mediterránea cuyo máximo exponente fue Domingo Felipe Cavallo, dueño de la convertibilidad. El segundo gobierno del riojano tuvo otra usina de pensamiento económico: el Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina, el CEMA, cuyo fundador es Carlos Rodríguez y su dirigente más encumbrado, Roque Fernández. Cavallo y Fernández fueron los dos ministros de Economía más destacados de Menem (tuvo cuatro).

 

Desde Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich propone a un hijo dilecto de la Fundación Mediterránea como su ministro de Economía, Carlos Melconián. Desde La Libertad Avanza, Javier Milei propone en su equipo económico a Roque Fernández y a Carlos Rodríguez, cofundadores del CEMA.

 

En definitiva, para arreglar los problemas económicos de la Argentina tanto Bullrich como Milei ofrecen las soluciones de los noventa. Para espanto de una centroizquierda poco afecta a la autocrítica, entre ambos espacios probablemente ronden el 60 por ciento del apoyo electoral en los comicios del próximo 22 de octubre. Al revés de la pregunta obvia de ¿Cómo se puede votar algo que ya fracasó?, lo que cabe preguntarse es ¿Por qué no votar a quienes ofrecen estabilidad y terminar con la inflación?

 

Siempre fue mucho más fácil apelar al slogan, la frase corta y contundente, el recuerdo superficial, que tomarse largos minutos para explicar. En los tiempos de tik tok y la liquidez de contenidos audiovisuales en la palma de la mano este modelo de comunicación es exponencialmente más redituable. Contar que la experiencia noventista terminó con 20 por ciento de desocupación, 54 por ciento de pobreza y la crisis casi terminal de 2001 lleva tiempo y requiere atención. El 30 por ciento de electorado no había nacido en 2001 y la mayoría de quienes asisten a las urnas tiene una conciencia lejana de esos días aciagos. En cambio, la inmediatez y la verba simplona de Milei o Melconián ofrecen soluciones rápidas al peor mal que aqueja a la Argentina en la última década: la inflación descontrolada que come los bolsillos y ataca a los sectores más desfavorecidos.

 

Para poder concretar al 1 a 1 mediterráneo se requirió de las hiperinflaciones de Alfonsín y el primer año de Menem. Se apeló, en un anticipo del corralito de 2001, al Plan Bonex, que fue la confiscación de los depósitos de los ahorristas y su cambio por papeles por los que si el “beneficiario” los cambiaba en el mercado les pagaban el 30 por ciento de su valor. Si no, debía esperar hasta 1999 para cobrar el 100 por ciento. Tan mal estaba la sociedad que se bancó semejante afrenta y cuatro años después de la paridad peso dólar ratificó a Menem de manera abrumadora. Para la campaña electoral de 1999 había una sola cosa que era intocable: la convertibilidad. Fernando De la Rúa no se animó a salir, quizá ya era tarde, y terminó como terminó.

 

Ecuador lleva 20 años de dolarización, propuesta que encarna Milei y que Bullrich tiene a medias con el bimonetarismo legal planteado por Melconián. Bullrich es, como dijo el propio Milei, la segunda marca de los libertarios. Esta disputa entre el CEMA y la Fundación Mediterránea o IERAL, es nada más que un debate hacia adentro de las mismas corrientes de teoría económica. De triunfar en el proceso electoral actual cualquiera de ellas, el panorama es más o menos el mismo. La experiencia ecuatoriana confirma la postura de la sociedad argentina de los 90: todo allí se puede discutir, menos la dolarización que garantiza bajísimos niveles de inflación en un país que al igual que la Argentina de los últimos diez años había sufrido horrores en este aspecto. Ni Rafael Correa ni sus partidarios sucesores se atreven a meterse con la dolarización, como ningún candidato de los 90 proponía salir de la convertibilidad, aún sabiendo que se trataba de un callejón sin salida que dejaba un pasivo social imbancable.

 

El principal escollo con el que se encuentra la alternativa peronista ofrecida a los modelos del IERAL o el CEMA son sus resonantes fracasos recientes. Los argentinos van a votar ahora y ahora están sufriendo y con una notable tendencia a pensar que “no se puede estar peor”, por más que claramente se pueda. La elección del 99 fue un poco eso. Si bien siempre está la chicana de que Menem trabajó para que no haya un triunfo de Eduardo Duhalde, el electorado votó a la Alianza porque le inspiró la posibilidad de un cambio que mejore las variables económicas, por supuesto sin tocar el uno a uno. En otros indicadores, se creía, no se podía estar peor. Bueno, 2001 fue mucho peor que 1999.

 

En resumen, la vuelta a los 90 parece ser una decisión tomada por gran parte de la sociedad. Y los 90 vuelven con todo. Queda por ver cómo y en qué plazos la sociedad argentina bancará esta nueva experiencia en un mundo que obviamente no es el mismo que hace 30 años. Algo bueno, en los 90 se bailaban lentos como corolario de las tertulias. Quizá retornen.

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