lunes 07 de julio de 2025 - Edición Nº2406

Regional | 17 dic 2024

aniversario

El Puente Ferrocarretero: un símbolo de integración y patrimonio patagónico

El puente no solo reemplazó a las balsas y botes que conectaban ambas márgenes del río Negro, sino que también permitió el cruce ferroviario y vehicular, integrando efectivamente a las dos comunidades. Su diseño innovador y su importancia funcional lo posicionaron como uno de los puentes más destacados de Sudamérica en su época.


El 17 de diciembre de 1931, la región patagónica vivió un momento histórico con la inauguración del Puente Ferrocarretero que une las ciudades de Viedma (Río Negro) y Carmen de Patagones (Buenos Aires). Esta obra, considerada un ícono de la ingeniería argentina, marcó un antes y un después en la conectividad y desarrollo económico de ambas localidades.

 

El puente no solo reemplazó a las balsas y botes que conectaban ambas márgenes del río Negro, sino que también permitió el cruce ferroviario y vehicular, integrando efectivamente a las dos comunidades. Su diseño innovador y su importancia funcional lo posicionaron como uno de los puentes más destacados de Sudamérica en su época.

 


Una obra monumental

Fabricado en Alemania y traído desarmado en grandes piezas por barco y tren, el puente fue construido por la empresa alemana Dyckerhoff y Widmann, con la supervisión del ingeniero civil argentino Mario José Rovere. La estructura incluye cuatro tramos, dos de ellos fijos y uno basculante, diseñado para permitir el paso de embarcaciones hacia el puerto de Carmen de Patagones.

 

El puente, con una longitud de 270 metros, una calzada de hormigón y asfalto, y una vía de trocha ancha, pesa aproximadamente 2.500 toneladas. Su tramo basculante, operado por mecanismos eléctricos y manuales, fue considerado el más grande de Sudamérica y destacado en la Exposición Mundial de Oberhausen (Alemania) en 1935 como una de las cinco construcciones más importantes de la región.

 

En palabras del ingeniero Rovere, “se trata de una de las más importantes obras del mundo en su género, que por su utilidad presente y futura, merece ser destacada para que el público se entere de ella”.

 


El impacto económico y social

La construcción del Puente Ferrocarretero fue una respuesta a años de pedidos para mejorar la conectividad de la región. Antes de su inauguración, los trenes que llegaban desde la estación Constitución de Buenos Aires se detenían en Carmen de Patagones, donde las cargas y pasajeros debían cruzar el río en balsas. La apertura del puente consolidó el transporte ferroviario hacia el sur, extendiendo el trayecto hasta San Carlos de Bariloche y abriendo nuevas posibilidades para el comercio y la integración.

 

Además, su diseño contempló tanto el transporte vehicular como ferroviario, lo que fortaleció el desarrollo económico y social de las poblaciones vecinas. La construcción también redujo costos logísticos y facilitó la circulación de hacienda, mercaderías y personas entre ambas provincias.

 


El legado del ingeniero Mario José Rovere

El alma detrás del puente fue el ingeniero Mario José Rovere, una figura clave de la ingeniería argentina en el siglo XX. Nacido en Buenos Aires en 1884, Rovere se destacó por su trabajo en estructuras metálicas, participando en proyectos icónicos como el puente Transbordador de La Boca y el Puerto Nuevo.

 

En 1929, Rovere asumió la dirección del proyecto del Puente Ferrocarretero, aplicando técnicas de ingeniería de vanguardia para la época. Su precisión fue tal que el tramo basculante del puente, ensamblado a 68 metros de altura sobre el río Negro, presentó una desviación de solo 0,0135 metros en su primera prueba.

 

El puente, como muchas de sus obras, refleja la filosofía de Rovere: “Aquel que domina profundamente un tema, es capaz de explicarlo en forma sencilla. Lo confuso y difícil, es ignorancia”.

 


Hacia un patrimonio histórico y turístico

A casi un siglo de su inauguración, el Puente Ferrocarretero sigue siendo un símbolo de la integración patagónica y un testimonio del ingenio humano. Su valor histórico y arquitectónico ha llevado a que se plantee su reconocimiento como patrimonio nacional e incluso mundial, dada su relevancia en la historia de la región.

 

Para los viedmenses y maragatos, el puente no es solo una infraestructura funcional, sino un emblema de su identidad compartida. Su preservación y puesta en valor como atractivo turístico podrían asegurar que esta obra monumental siga siendo una referencia para futuras generaciones.

 

El Puente Ferrocarretero no solo conecta dos ciudades; conecta historias, culturas y el pasado con el futuro de la Patagonia.

 

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