El traspié electoral que dejó a Juntos Somos Río Negro sin representación en el Congreso expuso lo que en Viedma ya nadie niega: el ciclo político de Alberto Weretilneck muestra señales de agotamiento y tiene fecha de vencimiento en 2027. El gobernador intenta relanzar su armado, pero lo hace en el peor contexto, con una estructura desgastada, intendentes desalineados, disputas internas abiertas y un clima social adverso.
La pérdida de peso en la escena nacional dejó al oficialismo provincial sin refugio discursivo ni capacidad de negociación. Por primera vez desde su desembarco en 2015, JSRN dejó de marcar la agenda y pasó a correr desde atrás. La fatiga de gestión, el deterioro económico, los malos resultados en plazas clave y el conflicto irresuelto con el vicegobernador Pedro Pesatti aceleran la caída.
La estrategia de Weretilneck vuelve a depositarse en los intendentes, pero la foto territorial es mucho peor que en ciclos anteriores. Municipios que antes funcionaban como motores electorales hoy son focos de desgaste: Cipolletti quedó en manos de la oposición, Bariloche está cada vez más lejos del oficialismo y la estructura de los valles muestra fracturas internas difíciles de recomponer.
Rodrigo Buteler, Mabel Yauhar, Luis Albrieu, Walter Cortés y Roxana Fernández aparecen como referentes, aunque debilitados. Ninguno logra garantizar por sí solo el caudal que JSRN necesita para frenar el avance libertario. En la mayoría de los distritos reina la misma sensación: el modelo está agotado y la marca ya no tracciona como antes.
La crisis también es interna. JSRN entró en una etapa de desorden que ni Weretilneck logra controlar. Un gabinete sin volumen político, funcionarios sin iniciativa y legisladores más preocupados por su supervivencia personal que por sostener al gobierno componen un cuadro general de fatiga.
El gobernador evalúa cambios, pero en la propia tropa dudan de que los retoques alcancen para revertir una tendencia de pérdida de poder que parece irreversible. El rol de Pesatti —distanciado, sin tropa y con un futuro incierto— agrega ruido y alimenta la idea de que el oficialismo va camino a una fractura explícita.
En la Legislatura, Facundo López sostiene como puede un entramado de acuerdos con radicales, CC-ARI, sectores del PJ y el minúsculo espacio libertario de Ariel Rivero. Pero los alineamientos son más por necesidad coyuntural que por convicción. Nadie apuesta a largo plazo a un gobierno que se debilita mes a mes.
La relación con la Casa Rosada tampoco es un activo: Weretilneck osciló entre la confrontación y el pragmatismo, pero terminó quedando atrapado en una zona gris que no le suma ni recursos ni respaldo político. El desgaste con Nación ocurre justo cuando la provincia enfrenta tensiones financieras crecientes.
En el círculo político rionegrino, ya pocos hablan de proyección y muchos de cierre de ciclo. La evaluación que circula en intendencias, sindicatos y bloques aliados es similar: JSRN camina hacia 2027 con un proyecto que se desinfla y un liderazgo que ya no ordena.
Con el provincialismo debilitado, el avance libertario consolidado y una sociedad que reclama renovación, Weretilneck enfrenta su mayor desafío: evitar que su último tramo de mandato termine marcado por el desgaste, la pérdida de poder real y el final anunciado de un ciclo político que dominó la provincia por más de una década.