El Gobierno pisó el acelerador para cerrar un crédito privado de hasta u$s5.000 millones mediante una operación de repo, luego de que se desmoronara la intención inicial de conseguir un préstamo por u$s20.000 millones con los principales bancos de Wall Street. La abrupta retirada estadounidense obligó al Ministerio de Economía, comandado por Luis Caputo, a reconfigurar la estrategia y enfocarse en un esquema más acotado y de corto plazo, con un punto crítico: el diseño de garantías aceptables para los prestamistas.
Según confirmaron fuentes al tanto de las negociaciones, el eje del trabajo se trasladó a la “ingeniería de garantías”, un rompecabezas legal y financiero que ya involucra a especialistas de la recientemente fusionada Allen & Overy Shearman, junto con equipos de Sullivan & Cromwell y Cleary Gottlieb. El desafío es construir un andamiaje de colaterales capaz de cubrir hasta el 50% del préstamo en caso de incumplimiento, sin rozar regulaciones de la Reserva Federal ni las del FMI.
El giro del Gobierno se produjo después de que entidades como J.P. Morgan, Citigroup, Bank of America y Goldman Sachs fijaran un deadline para sumarse a la operación original, condicionado a la obtención de un “backstop” del Tesoro estadounidense. La respuesta fue lapidaria: Washington se negó a otorgar garantías soberanas, en parte por la necesidad de aprobación del Congreso y por críticas internas, como las de la senadora demócrata Elizabeth Warren, que cuestionó la operación como un subsidio opaco a Wall Street.
La situación se tensó aún más cuando la Reserva Federal decidió retirarse definitivamente de cualquier esquema que involucrara activos del System Open Market Account (SOMA) como garantía. La discusión dejó cicatrices dentro del propio Board de la Fed, enfrentado entre sectores reacios a exponer activos públicos a riesgos emergentes y otros más tolerantes a un salvataje indirecto. El resultado fue concluyente: no habrá respaldo de la Fed para Argentina.
Con ese portazo, Caputo se vio forzado a recalibrar la estrategia hacia un repo tradicional: dólares inmediatos a cambio de activos soberanos, con la expectativa de repago a corto plazo mediante futuras emisiones internacionales. Pero el margen de maniobra es mínimo. Las reservas netas continúan en terreno crítico —unos u$s16.000 millones negativos, según el FMI— y en las próximas semanas el Gobierno debe asegurar al menos u$s4.300 millones para afrontar los vencimientos de enero de 2026, que superan los u$s4.500 millones si se suman compromisos con el Fondo.
En ese marco, la venta de Derechos Especiales de Giro por parte del Exchange Stabilization Fund (ESF) para cubrir el último pago al FMI representó un alivio puntual, aunque no implica un apoyo financiero más amplio. Caputo buscará capitalizar este gesto en su presentación ante inversores a comienzos de diciembre, donde intentará reforzar la narrativa de un plan financiero bajo control.
El debate central ahora es qué activos se usarán como garantía del futuro repo. En las experiencias anteriores del BCRA —los repos de 2024 y 2025— se utilizaron BoPreales emitidos en dólares como colateral exclusivo. Pero la magnitud de la operación actual obliga a evaluar alternativas: una de ellas, todavía en discusión, sería utilizar BoPreales ya existentes en la cartera del propio Banco Central, lo que evitaría emitir nuevos títulos en un contexto de escasez de divisas. Esta variante exigiría modificaciones normativas y expone al organismo a riesgos de mercado si la operación se prolonga más de lo previsto.
El FMI también observa de cerca. Kristalina Georgieva reiteró que ningún flujo privado puede poner en riesgo la prelación de los u$s60.000 millones de la deuda que Argentina mantiene con el organismo. Cualquier alteración del orden de cobranza podría reavivar tensiones que recuerdan viejas tormentas financieras.
Con una prima de riesgo que ronda los 650 puntos básicos y un frente externo que presiona cada vez más fuerte, la resolución del esquema de garantías se transformó en la pieza clave para destrabar el anuncio del crédito antes de fin de mes. En los despachos oficiales aseguran que el trabajo avanza a contrarreloj. El mercado, mientras tanto, observa en silencio qué tan lejos podrá llegar Caputo sin la Fed, sin Washington y sin la red de seguridad que alguna vez prometieron los bancos de Wall Street.