

La promesa de un “Silicon Valley del Sur” podría empezar a tomar forma en la Patagonia argentina. OpenAI, la empresa estadounidense detrás de ChatGPT, anunció una inversión de 25.000 millones de dólares junto a la firma Sur Energy —liderada por el argentino Emiliano Kargieman— para construir un mega centro de datos de inteligencia artificial en el sur del país.
El proyecto, bautizado “Stargate Argentina”, se inscribe dentro del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) y fue presentado como una oportunidad histórica para convertir a la Argentina en un polo de innovación tecnológica en América Latina.
Sin embargo, detrás del entusiasmo oficial y del potencial transformador del anuncio, también emergen interrogantes sobre los riesgos ambientales, energéticos y de soberanía digital que podría implicar semejante emprendimiento.
El especialista en inteligencia artificial Sergio Cusmai, formado en Harvard, destacó el carácter inédito de la inversión:
“Es un mega data center que pone a la Argentina en el mapa global. Nunca antes una empresa de esta magnitud invirtió tanto en la región”, explicó.
El centro de datos tendrá una capacidad de hasta 500 MW, convirtiéndose en uno de los más grandes del hemisferio sur. Además de infraestructura tecnológica, el proyecto podría generar miles de empleos directos e indirectos, demandando proveedores locales de alta especialización en energía, refrigeración, ciberseguridad y hardware de computación avanzada.
La ubicación en la Patagonia no es casual: combina disponibilidad energética, baja temperatura y condiciones óptimas para el funcionamiento continuo de servidores de gran escala. Según Cusmai, “esto permitirá que OpenAI funcione más rápido y con mayor autonomía, reduciendo su dependencia de otros proveedores como Google o Amazon”.
Desde el punto de vista geopolítico, el proyecto podría posicionar a la Argentina como un actor estratégico en la era de la inteligencia artificial, atrayendo nuevas inversiones y conectándola a los flujos tecnológicos globales que hoy dominan Silicon Valley, Tel Aviv y Singapur.
Pero no todo es optimismo. El consumo energético de un centro de datos de semejante escala despierta preocupaciones. Con 500 MW, la instalación podría demandar la misma energía que una ciudad mediana, en una región donde la infraestructura eléctrica aún presenta debilidades.
Los especialistas advierten que, si no se acompaña de una planificación ambiental rigurosa, el proyecto podría generar tensiones sobre el sistema energético patagónico, afectando a comunidades locales o incluso proyectos de energías renovables.
Otro punto crítico es la soberanía tecnológica y de datos. La infraestructura será de capital mayoritariamente extranjero, y el control sobre los datos, la capacidad operativa y la propiedad intelectual podría quedar concentrado en manos de OpenAI.
Expertos en derecho digital advierten que, sin un marco regulatorio claro, Argentina corre el riesgo de transformarse en una plataforma extractiva de datos, repitiendo los patrones de dependencia que históricamente marcaron su relación con los recursos naturales.
El propio Cusmai admitió que el proceso será complejo:
“Primero se firma una carta de intención y luego comienzan las etapas de proyecto. Hay que celebrarlo, pero también organizarlo bien”, subrayó.
En ese sentido, el desafío será garantizar que el impacto económico y tecnológico trascienda la foto política y se traduzca en beneficios concretos para la región. La posibilidad de crear un ecosistema local de innovación —con universidades, startups y proveedores nacionales integrados al proyecto— será clave para evitar que la Patagonia se convierta simplemente en un enclave de infraestructura al servicio de corporaciones globales.
La llegada de OpenAI podría marcar un antes y un después en la relación entre Argentina y la tecnología de vanguardia. Si se gestiona con visión y transparencia, podría abrir una nueva etapa de desarrollo y conocimiento. Pero si se delega sin control, corre el riesgo de reproducir un modelo extractivista, esta vez no de petróleo o litio, sino de datos y energía digital.