

El Ejecutivo nacional confirmó la eliminación de las retenciones para las carnes bovinas y avícolas, que se suma a la quita ya anunciada sobre granos de todo tipo. La medida, vigente hasta el 31 de octubre, apunta a incentivar las exportaciones y reforzar las reservas del Banco Central (BCRA), tras la venta de más de US$ 1.000 millones en pocos días para contener la presión cambiaria.
En el Gobierno sostienen que la decisión es una señal hacia el complejo agroexportador para que acelere las ventas al exterior. Sin embargo, en el mercado interno se anticipan efectos inmediatos: la suba de costos de producción encarecerá la carne, los lácteos, el pan y otros alimentos sensibles de la canasta básica.
Desde la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados (Ciccra), Miguel Schiariti advirtió que habrá un aumento en el valor de la hacienda exportable y una caída de la oferta para el consumo local. “Esto va a generar un incremento en los precios que paga el consumidor, que se esperaba para el mes que viene”, señaló.
En el sector avícola proyectan un encarecimiento de hasta el 6% en la estructura de costos, aunque el bajo nivel de demanda frena un traslado inmediato a góndola. Para el porcino, el consultor Juan Uccelli calculó un impacto superior al 10%, lo que dejaría a muchos productores al borde de su rentabilidad.
El frente panadero también se ve afectado: Molino Cañuelas ya aplicó un aumento del 10% y otros molinos subieron hasta un 4%. Según la consultora LCG, la tercera semana de septiembre los panificados aumentaron 5,2% y se espera que la tendencia continúe.
La lechería, por su parte, anticipa un alza de entre 15 y 20% en insumos básicos como soja y maíz, claves para el alimento balanceado. Esto encarece los costos de producción y amenaza con nuevos aumentos en leche, quesos y derivados. El consumo, ya golpeado por la caída del poder adquisitivo, se refugia en segundas marcas y productos sustitutos de menor calidad.
En paralelo, el equipo económico liderado por Luis Caputo confía en que la medida permitirá al Gobierno hacerse de un colchón transitorio de divisas en la recta final hacia las elecciones. Para los hogares, en cambio, el efecto será contrario: más presión sobre el bolsillo en alimentos esenciales.