

La historia de dos espías rusos que vivieron en Argentina entre 2009 y 2022 parece sacada de una serie de televisión, pero ocurrió en la vida real. Según relató el periodista Hugo Alconada Mon en una entrevista radial en el programa "Punto de Quiebre" conducido por el periodista Luciano Barroso, el caso conecta a Buenos Aires, Eslovenia y también a la ciudad de Viedma, donde uno de los agentes tramitó documentación clave para construir su identidad falsa.
Con detalles, Alconada Mon explicó como el protagonista masculino bajo el nombre falso de Ludwig Gisch, que llegó al país en 2012, aseguraba haber nacido en Namibia, hijo de un austríaco y una argentina., y que tras la muerte de su madre, se trasladó a Argentina y solicitó la ciudadanía por opción. El trámite lo realizó en la ciudad de Viedma, donde fijó un domicilio en un estudio jurídico local. Sin embargo, todo era una gran mentira: la supuesta madre argentina había fallecido en la infancia en 1947 y estaba enterrada en el Cementerio Alemán de Chacarita.
El espía presentó en Viedma, la documentación verdadera de aquella niña, junto con actas de defunción y nacimientos falsificados. Durante años, tanto él como su pareja —también espía rusa— lograron moverse en el país sin despertar sospechas, incluso convirtiendo a sus dos hijos nacidos en el Hospital Italiano de Buenos Aires en ciudadanos argentinos legítimos.
Alconada Mon explicó que no se trató de una falsificación material (como fabricar un pasaporte con fotocopias), sino de una falsificación ideológica, es decir, insertar datos falsos en documentos auténticos. De esta manera, los espías lograron pasar inadvertidos no solo en Argentina, sino también en países como Uruguay, Chile, Brasil, Colombia, Alemania y Francia.
La elección de Viedma como lugar para tramitar la ciudadanía genera aún interrogantes. ¿Por qué recorrer cientos de kilómetros cuando vivían en Buenos Aires? ¿Quién los ayudó a concretar el trámite? La justicia investiga si hubo negligencia o complicidad de funcionarios del Registro Civil, y se centra en un ex empleado —con vínculos con una mujer de origen ucraniano— que podría haber facilitado la operación. Detalló con presición, Hugo Alconada Mon.
La pareja de espías rusos Dultsev, parte del intercambio con Rusia desde Eslovenia, se hacían pasar por argentinos y hablaban entre ellos y con sus dos hijos pequeños *en español*.
Los niños supieron que son rusos en el avión a Moscú. Putin les saludó con un “Buenas noches” pic.twitter.com/9KaACS12lv
— 𝑀𝑎𝑟𝑖𝑎 𝑆𝑎ℎ𝑢𝑞𝑢𝑖𝑙𝑙𝑜 (@mrsahuquillo) August 2, 2024
La reconstrucción del caso no fue sencilla. Alconada Mon relató que la investigación periodística comenzó de manera fortuita a principios de 2023, cuando un portal esloveno publicó una breve nota sobre la detención de dos personas con pasaporte argentino acusadas de espiar para Rusia.
A partir de allí, y tras más de dos años y medio de trabajo, el periodista recopiló información con la ayuda de alertas automatizadas, documentos internacionales y contactos con policía, fiscalía y servicios secretos de Eslovenia. El resultado de ese trabajo derivó en el libro Los Topos, que ya lleva cinco ediciones, figura entre los más vendidos en Argentina y pronto podría convertirse en documental y película.
El periodista explicó que existen dos tipos de espías:
Legales: aquellos que operan bajo su verdadera identidad, generalmente con pasaporte diplomático. Si son descubiertos, pueden ser expulsados, pero no encarcelados.
Ilegales: los que utilizan identidades falsas y construyen una vida ficticia en un país extranjero. Si son descubiertos, van presos.
El matrimonio ruso pertenecía a esta segunda categoría. Llegaron a Argentina para construir su fachada como ciudadanos argentinos, se casaron dos veces (primero en Rusia y luego en Buenos Aires, simulando haberse conocido en el país) y criaron a sus hijos aquí. Con esa nueva identidad, lograron viajar a Eslovenia y desde allí desplegar operaciones de espionaje en toda Europa.
Durante el tiempo que permanecieron en Argentina, los espías no se limitaron a construir su “leyenda”. También habrían recolectado información sensible, vinculada a sectores estratégicos como Vaca Muerta y el IMPSA.
Alconada Mon subrayó que el espionaje moderno no siempre se trata de robar secretos militares. Muchas veces, lo que buscan son patentes, datos energéticos o información económica clave. Por ejemplo, conocer de antemano detalles de una licitación internacional por mil millones de dólares en insumos para Vaca Muerta podía representar una ventaja millonaria para empresas de su país de origen.
En el plano internacional, los rusos, israelíes, estadounidenses, ingleses y alemanes lideran la élite de los servicios de inteligencia, aunque también destacan franceses, españoles y cubanos.
A diferencia de las películas de James Bond, la estrategia de estos espías consistía en la invisibilidad total. Nada de autos deportivos ni lujos llamativos. Durante una década se movieron en Argentina a bordo de un Volkswagen Golf 1.6 negro, sin calcomanías ni distintivos. Vestían ropa sencilla, evitaban tatuajes, alcohol o actitudes que pudieran llamar la atención.
El objetivo era claro: "que si alguien los cruzaba en la calle, los olvidara a los pocos segundos. Su mayor arma no era la acción espectacular, sino la discreción absoluta", cerró en declaraciones radiales, Hugo Alconada Mon.