

Por: Lucas Pocen Cevoli
Ese nombre no es casual. Resuena en la memoria nacional y remite a dos figuras fundacionales: Juan Manuel de Rosas, el Restaurador de las Leyes, y Juan Domingo Perón, el “tirano prófugo” según la Revolución Libertadora. En ese cruce se condensa un arquetipo argentino: el caudillo fuerte, con poder personalista, legitimidad popular, soberanía nacional y culto a la tradición. Exactamente lo que Milei detesta.
Pero lo interesante es quién encarna hoy, en la política argentina, ese papel. Y ahí aparece Juan Grabois. El dirigente popular y abogado, con su estilo mesiánico, es —en más de un sentido— el opuesto más parecido a Milei. Ambos apelan a las emociones antes que a los datos, hablan con rabia y con fe, se conciben como cruzados de una causa. Uno predica la justicia social, el otro la libertad individual. Pero en su lenguaje, en su teatralidad y en su capacidad de conectar con un pueblo herido, son espejos invertidos.
El tono de voz: Grabois grave, pausado, con pausas dramáticas. Milei agudo, agresivo, a los gritos.
El lenguaje: Grabois bíblico, popular, dirigido al “pueblo pobre y olvidado”. Milei técnico pero insultante, con la “casta” como enemigo.
La narrativa: Grabois denuncia la injusticia estructural, apela a lo espiritual. Milei denuncia la decadencia institucional, apela al individuo.
Ambos se sienten moralmente superiores y prefieren provocar antes que agradar. Por eso generan adhesión incondicional o rechazo absoluto.
En ese choque, Milei encuentra a su “Tirano Restaurador” contemporáneo: alguien que porta la mística social del judaismo, que invoca causas colectivas pero individualistas,un tanto bipolar. Grabois, guste o no, encarna esa identidad telúrica católica que nunca desaparece y que vuelve cíclicamente, como un péndulo histórico. Lo decía Alberdi: aunque decapites Buenos Aires, la nación sigue latiendo. Y lo confirmaba la historia: todavía hablamos de Rosas, todavía hablamos de Perón.
La paradoja es que Milei, mientras baja impuestos a la Sociedad Rural y seduce a los gorilas con Santilli o Ritondo, promete ser “anticasta”, pero empieza a perder la posibilidad de representar un liberalismo no gorila. Porque para no ser gorila, la gente necesita algo muy simple: llegar a fin de mes, comer carne barata, tener salud y educación pública garantizadas.
Ahí es donde aparece el espejo. Milei puede nombrar al Tirano Restaurador, pero en esa definición le da vida a su adversario inevitable. Y ese adversario tiene nombre y apellido: Juan Grabois.