domingo 17 de agosto de 2025 - Edición Nº2447

Opinión | 16 ago 2025

Panorama Nacional

El “Tirano Restaurador”: Milei, Grabois y la disputa por el alma argentina

El otro día, en la Rural, Javier Milei dejó escapar una frase que pasó casi desapercibida, pero que condensa toda una operación simbólica: habló despectivamente del “Tirano Restaurador”. No fue un exabrupto, fue un acto de construcción política. Le puso nombre a su enemigo histórico.


Por: Lucas Pocen Cevoli

Ese nombre no es casual. Resuena en la memoria nacional y remite a dos figuras fundacionales: Juan Manuel de Rosas, el Restaurador de las Leyes, y Juan Domingo Perón, el “tirano prófugo” según la Revolución Libertadora. En ese cruce se condensa un arquetipo argentino: el caudillo fuerte, con poder personalista, legitimidad popular, soberanía nacional y culto a la tradición. Exactamente lo que Milei detesta.

 

Pero lo interesante es quién encarna hoy, en la política argentina, ese papel. Y ahí aparece Juan Grabois. El dirigente popular y abogado, con su estilo mesiánico, es —en más de un sentido— el opuesto más parecido a Milei. Ambos apelan a las emociones antes que a los datos, hablan con rabia y con fe, se conciben como cruzados de una causa. Uno predica la justicia social, el otro la libertad individual. Pero en su lenguaje, en su teatralidad y en su capacidad de conectar con un pueblo herido, son espejos invertidos.

 

  • El tono de voz: Grabois grave, pausado, con pausas dramáticas. Milei agudo, agresivo, a los gritos.

  • El lenguaje: Grabois bíblico, popular, dirigido al “pueblo pobre y olvidado”. Milei técnico pero insultante, con la “casta” como enemigo.

  • La narrativa: Grabois denuncia la injusticia estructural, apela a lo espiritual. Milei denuncia la decadencia institucional, apela al individuo.

 

Ambos se sienten moralmente superiores y prefieren provocar antes que agradar. Por eso generan adhesión incondicional o rechazo absoluto.

 

En ese choque, Milei encuentra a su “Tirano Restaurador” contemporáneo: alguien que porta la mística social del judaismo, que invoca causas colectivas pero individualistas,un tanto bipolar. Grabois, guste o no, encarna esa identidad telúrica católica que nunca desaparece y que vuelve cíclicamente, como un péndulo histórico. Lo decía Alberdi: aunque decapites Buenos Aires, la nación sigue latiendo. Y lo confirmaba la historia: todavía hablamos de Rosas, todavía hablamos de Perón.

 

La paradoja es que Milei, mientras baja impuestos a la Sociedad Rural y seduce a los gorilas con Santilli o Ritondo, promete ser “anticasta”, pero empieza a perder la posibilidad de representar un liberalismo no gorila. Porque para no ser gorila, la gente necesita algo muy simple: llegar a fin de mes, comer carne barata, tener salud y educación pública garantizadas.

 

Ahí es donde aparece el espejo. Milei puede nombrar al Tirano Restaurador, pero en esa definición le da vida a su adversario inevitable. Y ese adversario tiene nombre y apellido: Juan Grabois.

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