viernes 08 de agosto de 2025 - Edición Nº2438

Nacional | 7 ago 2025

Las economías regionales en emergencia: productores denuncian abandono y concentración

Las economías regionales atraviesan una de las crisis más profundas de los últimos años. Representantes de agricultores familiares, campesinos, cooperativas y pymes advierten que “el campo real —el que produce alimentos, sostiene comunidades y genera arraigo— no está en la foto”.


 

A pesar de la reciente baja de retenciones oficializada por el gobierno de Javier Milei a través del decreto 526/2025, que beneficia a cultivos como soja, trigo, maíz y carnes, los sectores más vulnerables del agro aseguran que la medida “tendrá impacto cero” para quienes realmente alimentan a la población. Para ellos, la realidad es crítica y atraviesa múltiples dimensiones: concentración productiva, caída de rentabilidad, aumento desmedido de costos logísticos e insumos, y un consumo interno deprimido.

 

Más de la mitad de los sectores en alerta

Según un informe de la Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada (Coninagro), 16 de las 19 economías regionales monitoreadas presentan problemas severos: 7 en estado crítico (rojo) y 9 en alerta (amarillo). Solo tres muestran crecimiento. Los sectores más golpeados son la yerba mate, peras y manzanas, papas, vino y mosto, mandioca, maní, cítricos dulces, miel, hortalizas, tabaco y el rubro avícola.

 

El informe advierte que el componente “negocio” de muchas actividades está quebrado: los precios percibidos no solo no acompañan a la inflación, sino que en algunos casos directamente retroceden. Al mismo tiempo, los costos se dispararon —el combustible, por ejemplo, aumentó más del 300% desde diciembre— y los caminos rurales se encuentran cada vez más deteriorados.

 

La otra cara del agro: concentración y pérdida de rentabilidad

“La situación es crítica”, resume Diego Montón, ingeniero agrónomo y vocero del Movimiento Nacional Campesino Indígena–Somos Tierra. Señala tres factores centrales: el avance de la concentración en la comercialización y el agregado de valor, la baja rentabilidad de los pequeños y medianos productores, y los altos costos logísticos. “La matriz está tan concentrada que un puñado de actores domina el 70% de la tierra”, alerta.

 

La desigualdad también se refleja en los precios relativos: en enero de 2023, un productor necesitaba vender 4 kilos de tomate para comprar 1 kilo de pan; un año después, 11 kilos; y en la actualidad, 18 kilos. La brecha entre lo que cobra el productor y lo que paga el consumidor crece sin control, llegando hasta un 1500%, según estimaciones del sector.

 

La yerba mate, emblema de la crisis

Uno de los casos más emblemáticos es el de la yerba mate. Tras la desregulación del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) con el DNU 70/2023, el sector quedó a merced de apenas diez grandes molinos que controlan el 75% del mercado. Esto provocó una fuerte caída del precio que se paga a los productores, quienes representan el 90% de la actividad yerbatera. Hoy, muchos no logran cubrir ni los costos básicos.

 

En paralelo, se multiplicó la importación de yerba desde países limítrofes, lo que agravó aún más la situación de los pequeños productores locales.

 

El ajuste también pasa por los organismos técnicos

El deterioro se profundiza con el vaciamiento de políticas públicas y organismos estratégicos. El INTA, el INTI y el CONICET sufrieron recortes de entre el 20% y el 30% en sus presupuestos. La inversión pública en ciencia y tecnología cayó 22,8% en términos reales durante el primer semestre de 2025.

 

Además, el Ejecutivo avanzó con la desregulación del Código Alimentario (Decreto 35/2025) y la disolución de la Comisión Nacional de Alimentos (CONAL), lo que facilita la importación de alimentos, incluso aquellos que se producen en el país. Solo en el último año, las importaciones de productos como tomate, cebolla, zanahoria, vino y limón crecieron entre un 100% y un 6000%.

 

Según datos del Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino (IDAA), en 2025 ya se importaron 17.000 toneladas de tomate industrializado, frente a las 1.800 del año anterior. Un tercio de ese volumen llegó desde China. “Esto no solo afecta la producción nacional, sino también el empleo rural”, denuncian desde la Mesa Agroalimentaria Argentina (MAA).

 

Políticas que no distinguen entre actores

“El problema es que se sigue pensando al campo como un todo homogéneo”, explica Montón. Según el INTA, el 63,7% de las explotaciones agropecuarias son pequeños productores, pero acceden apenas al 13% de la tierra. “Es un sector mayoritario que produce en condiciones de escasez, abastece el mercado interno y, sin embargo, está completamente desprotegido”, advierte.

 

Montón concluye: “Hay una miopía total. Sin políticas segmentadas y diferenciadas, la desaparición del pequeño productor es inminente. Se lo está expulsando del campo”.

 

Consecuencias visibles: abandono de cosechas y caída del consumo

El resultado de este proceso ya es visible en todo el país: productos como tomate, zapallo o cebolla, claves en la dieta popular, no se cosechan por falta de rentabilidad, aunque sus precios en góndola no dejan de subir. La producción frutícola y vitivinícola también está en retroceso: el consumo cayó 11%, y pese al leve aumento de exportaciones, las importaciones subieron un 118%.

 

El mapa de las economías regionales muestra así un país donde se profundiza la concentración, se agrava la desigualdad y se desarma, pieza por pieza, el entramado agroalimentario que garantiza soberanía, empleo y alimentos para las familias argentinas.

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