martes 08 de julio de 2025 - Edición Nº2407

Nacional | 25 jun 2025

Finanzas

Argentina seguirá en la categoria “standalone”: un reflejo de la desconfianza estructural y el desafío pendiente del mercado de capitales

La decisión de MSCI de mantener a la Argentina en la categoría de mercado “standalone” expone los límites del actual modelo económico y desnuda las contradicciones entre discurso aperturista y realidad operativa.


La Argentina recibió esta semana una señal clara de los mercados globales: todavía no está lista. Pese a los gestos del Gobierno de Javier Milei en favor de la apertura económica y la flexibilización del cepo, la calificadora MSCI (Morgan Stanley Capital International) decidió mantener al país en la categoría de mercado “standalone”, la más baja dentro de su esquema de clasificación bursátil. Es, en otras palabras, una forma elegante de decir: “todavía no confiamos”.

 

Desde 2021, Argentina está fuera de los índices de mercados emergentes y frontera que siguen los grandes fondos internacionales. No es un dato menor. Esta exclusión implica menos exposición global, menos flujo de capital institucional, y mayor percepción de riesgo. Es, también, un reflejo de las barreras estructurales que siguen afectando al sistema financiero local, más allá del cambio de rumbo ideológico.

 

En su evaluación, MSCI fue clara: no hay suficiente liquidez, las trabas cambiarias no desaparecieron del todo, el acceso operativo para extranjeros sigue siendo limitado, y el entorno regulatorio continúa generando dudas. Incluso señalaron que la escasa disponibilidad de información corporativa en inglés atenta contra la transparencia y la competencia justa. Es decir: no basta con levantar restricciones parciales o prometer reformas; los inversores piden resultados concretos y previsibilidad.

 

La paradoja es que el Gobierno actual se presenta como el más “pro mercado” en décadas, pero sigue sin lograr el aval de los principales referentes del sistema financiero global. ¿Por qué? Porque la confianza no se construye solo con retórica o superávit fiscal. Hace falta un sistema financiero sólido, una regulación estable, una política monetaria clara y una economía que respete las reglas del juego. Hasta ahora, Argentina apenas empezó a recorrer ese camino, y con más ruido que resultados.

 

Más preocupante aún es que este estancamiento coincide con un modelo económico que promete atraer inversiones, pero que en la práctica está dejando afuera al país de los índices que realmente abren puertas al capital institucional. El “modelo Milei-Caputo” parece estar más preocupado por ordenar las cuentas públicas vía licuación del gasto que por sentar las bases de un mercado de capitales confiable. Esa desconexión puede salir cara.

 

La permanencia en la categoría “standalone” es mucho más que una cuestión técnica. Es un mensaje político y financiero: el mundo aún no cree que Argentina haya cambiado lo suficiente. Mientras tanto, el país sigue atrapado en el limbo: con reformas parciales, sin acceso a los grandes flujos de inversión y con un mercado que no termina de despegar.

 

Salir de esa categoría requerirá más que gestos. Requerirá reglas claras, cumplimiento sostenido, institucionalidad sólida y —sobre todo— la decisión política de construir un sistema financiero moderno, abierto e inclusivo. Si no se avanza en ese sentido, la Argentina seguirá siendo un caso “tan particular que no se puede comparar con nadie”. Y eso, en los mercados, no es una virtud. Es una señal de alarma.

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