

En plena cuenta regresiva hacia las elecciones legislativas en la Ciudad de Buenos Aires, el Gobierno nacional decidió avanzar con una reforma migratoria de alto impacto político y social. La medida, anunciada por el vocero presidencial y candidato a legislador Manuel Adorni, incluye restricciones al acceso a servicios de salud y educación para inmigrantes, aceleración de deportaciones y nuevos requisitos para ingresar al país, todo enmarcado en una narrativa de "orden y seguridad" que busca consolidar apoyos en un electorado polarizado.
Sin preguntas de la prensa y en un escenario cuidadosamente armado, Adorni estuvo flanqueado por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el vicejefe de Gabinete del Interior, Lisandro Catalán. Allí detalló que los inmigrantes ilegales, residentes temporales y transitorios deberán pagar por la atención médica y que solo se cubrirán emergencias. Además, se exigirá un seguro médico al ingresar al país, lo que representa un cambio de paradigma frente a la tradicional política migratoria argentina, que históricamente garantizaba derechos básicos a todas las personas, independientemente de su estatus legal.
La medida también habilita a las universidades públicas a cobrar a estudiantes extranjeros, aunque respetando su autonomía institucional. Y tal vez lo más controvertido: se establecerá la deportación directa de extranjeros condenados por delitos, y se limitarán los tiempos para apelar esas expulsiones.
Desde el Ejecutivo sostienen que buscan "ordenar" y evitar abusos del sistema por parte de quienes “vienen de turistas a beneficiarse de servicios sin aportar”. Adorni sostuvo que “el que paga impuestos tiene derecho”, pero “el que viene en un tour no puede recibir la misma salud ni educación universitaria”. A su lado, Bullrich fue aún más tajante: “Delincuente, afuera”.
Lo que subyace detrás de estas declaraciones es una estrategia electoral clara: tensionar el discurso migratorio en un contexto de crisis económica, inseguridad y malestar social. La decisión de oficializar el endurecimiento de la política migratoria en medio de la campaña porteña no es casual. Milei y su equipo buscan consolidar un voto de derecha dura, apelando a un electorado que reclama respuestas rápidas frente al delito y ve en la inmigración una amenaza, en especial en barrios del sur de la ciudad.
Pero el impacto real va más allá de lo electoral. Organizaciones de derechos humanos, académicos y especialistas en migraciones alertan sobre una posible estigmatización de las comunidades migrantes, el debilitamiento de los lazos de integración y una regresión frente a compromisos internacionales en materia de derechos humanos.
Los datos oficiales indican que el 40% de los 4.300 extranjeros detenidos en CABA en el último año y medio fueron por robos o hurtos, una cifra que el Gobierno usó como argumento central. Sin embargo, no se ofreció una desagregación completa de los datos, ni se abordaron otras causas sociales o estructurales vinculadas al delito. Tampoco se aclaró si estas medidas afectarán a migrantes ya residentes o solo a quienes ingresen a partir de ahora.
Además, la ministra Bullrich deslizó que “mañana” habría más anuncios, aunque luego se desdijo. El traspié no pasó desapercibido y reveló cierta improvisación o estrategia comunicacional basada en generar expectativa e impacto en los medios.
Esta reforma migratoria marca un giro restrictivo sin precedentes desde la derogación del decreto 70/2017 durante la presidencia de Alberto Fernández. Aquella normativa, impulsada por Mauricio Macri y también defendida por Bullrich en su momento, había sido cuestionada por organismos internacionales como la ONU y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Su restauración, directa o indirecta, podría poner a la Argentina nuevamente en la mira internacional.
En definitiva, el Gobierno parece apostar por una lógica de “shock discursivo” que refuerza su narrativa de orden, austeridad y mano dura. Pero el costo social puede ser alto: precarización de derechos, profundización de la desigualdad y ruptura del tejido social en un país que históricamente construyó su identidad con base en la inmigración.