En Río Negro, la política no se impone a los gritos: se construye con paciencia, sigilo y una lógica territorial que pocos dominan como Alberto Weretilneck, actual gobernador y cerebro detrás de Juntos Somos Río Negro (JSRN). Su capacidad para ordenar el tablero, sin necesidad de confrontar ni depender de sellos nacionales, volvió a quedar en evidencia con el armado de las listas para las elecciones legislativas nacionales.
La jugada fue quirúrgica: eligió a dos hombres de su confianza, Facundo López y Juan Pablo Muena, para encabezar la boleta al Senado y Diputados respectivamente. Dejó afuera a Pedro Pesatti, su vicegobernador, un peronista histórico que nunca escatimó críticas duras al gobierno de Javier Milei. Fue un movimiento que llamó la atención. ¿Una simple estrategia electoral para no incomodar al oficialismo nacional, o hay algo más detrás?
La versión oficial habla de consensos internos, pero lo cierto es que la exclusión de Pesatti dejó espacio para todo tipo de especulaciones. ¿Hay una verdadera disputa entre el gobernador y su vice? ¿O se trata de una tensión política sobreactuada para instalar una pelea que, en los hechos, mantiene a la política provincial disciplinada y funcional al armado de JSRN? En este juego, muchas veces lo que parece un conflicto es, en realidad, un acuerdo implícito para consensuar poder.
Mientras tanto, la Justicia Electoral se convirtió en otro campo clave de la estrategia. En la misma semana en que se oficializó la lista oficialista provincial, se conocieron decisiones que redibujan el mapa político: fue habilitado el partido Primero Río Negro, el ex intendente de Campo Grande, Ariel Rivero, quien ya se anotó como candidato a senador del Mileismo, en disputa con el sector libertario de la diputada nacional, Lorena Villaverde. También se reconoció la personería de Creo Río Negro, del ex intendente de Cipolletti y actual diputado Aníbal Tortoriello, otro actor que tensiona el espacio de derecha provincial. En cambio, el sello rionegrino de La Libertad Avanza, encabezado por Villaverde, sigue sin ser formalmente habilitado al 100% por la Justicia. A todo esto hay que sumarle también que justo esta semana Nación volvió a prorrogar las concesiones de las hidroelecticas del Comahue.
Ese detalle, lejos de ser menor, se transformó en una puerta entreabierta para Weretilneck. La falta de estructura sólida de los libertarios provinciales, sumada a sus propias disputas internas, permitió que el gobernador especule en una negociación directa con el círculo íntimo del Gobierno nacional. Karina Milei, que maneja con puño cerrado las decisiones electorales de LLA, habría dado señales de aprobación: si Juntos Somos Río Negro mete un senador y un diputado, podrían contar con esos votos para empujar reformas clave como la jubilatoria y la laboral que tanto necesita el Gobierno Nacional.
Así, Weretilneck logra lo que pocos: ofrecer gobernabilidad a nivel nacional sin resignar control territorial. Su partido no es libertario y muy lejos de eso, pero puede ser funcional al proyecto nacional si eso garantiza autonomía y poder en la provincia en situaciones importantes como la energía. Una lógica que se replica en otro frente caliente: el control de las represas del Comahue y el GNL, donde Weretilneck mantiene una negociación paralela con Nación y una coordinación estrecha con su par neuquino Rolando Figueroa. El objetivo: que la energía hidroeléctrica no vuelva a manos privadas sin que las provincias tengan voz y voto, acompañado con la estrategia de robustecer el entramado hidrocaburifero del GNL y la exporación de petroleo via mar.
La ecuación es clara: JSRN ofrece votos a cambio de federalismo. No hay romanticismo ideológico, ni oposición cerrada. Hay intereses. Y Weretilneck, lejos de jugar a la grieta, se mueve como un piloto automático entre las turbulencias. Mientras otros discuten quién se queda con el sello de moda, él construye poder real.
La gran pregunta que queda flotando es si todo este esquema tiene fecha de vencimiento. ¿Hay unidad real en el oficialismo provincial o simplemente se sostiene con el peso de Weretilneck como figura central? ¿Pesatti quedó afuera por diferencias de fondo, o fue parte del guion para consolidar la imagen de JSRN como fuerza pragmática, moderada y prescindente del ruido?
Quizás nunca lo sepamos del todo. Pero si hay algo seguro es que Weretilneck volvió a demostrar que, en Río Negro, la política no se improvisa: se orquesta. Y él sigue teniendo la batuta.
En una provincia donde el poder no se discute en público sino en pasillos y despachos cerrados, Weretilneck vuelve a demostrar que la estrategia no siempre es decir lo que se quiere, sino lograrlo sin que nadie entienda cómo. Puede que haya elegido mostrarse como moderado. O puede que, fiel a su apodo, el Brujo, simplemente esté probando una de sus tantas fórmulas para que todos crean que tienen el control... cuando en realidad, el que mueve los hilos sigue siendo él.