La muerte de Beatriz Sarlo, ocurrida en diciembre de 2024, no cerró el capítulo de su vida. A siete meses, la disputa por su herencia escaló en la Justicia. Ernestina Susana del Río, prima de la escritora, se presentó como “única heredera” y pidió la exclusión de quienes también reclaman sus bienes: su esposo Alberto Sato y Melanio Meza López, el encargado del edificio donde vivía la intelectual.
Del Río, de 87 años, vive en Viedma y es hija de un tío materno de Sarlo. Su parentesco la convierte en heredera colateral según el Código Civil y Comercial, pero busca que la Justicia desestime la pretensión de Sato, alegando que estaba separado de Sarlo desde 1984 y que la escritora tuvo una relación estable con Rafael Filippelli hasta su muerte. También impugnó un testamento informal presentado por Meza López, que considera inválido legalmente.
La abogada de Del Río, Sonia de Elizalde, argumentó que las cartas escritas a mano por Sarlo no manifiestan voluntad de transferir bienes, sino apenas encargos afectivos, como el cuidado del departamento y de su gata Niní. “No es razonable pensar que una ensayista como ella usaría lenguaje informal si hubiera querido testar”, expresó.
La disputa se concentra en el departamento de la calle Hidalgo, en Caballito, donde Sarlo vivió hasta su muerte, pero también incluye sus derechos intelectuales, dinero en cuentas bancarias y otros bienes. La Justicia ordenó el allanamiento y la clausura del inmueble tras sospechas de irregularidades.
Meza López asegura haber sido designado heredero por Sarlo en una nota manuscrita y reclama el dominio del inmueble. Mientras tanto, Sato, que nunca se divorció legalmente de la ensayista, también exige su parte como cónyuge legal. Si la Justicia descarta ambas pretensiones, Del Río podría quedarse con la totalidad de la herencia.
La relación entre Sarlo y su prima fue entrañable. En su último libro, No entender. Memorias de una intelectual, la autora le dedicó una emotiva carta donde recordó con admiración su figura, su influencia como arquitecta y su rol decisivo en su interés por la arquitectura. La evocó como “una de sus maestras”, testimonio que hoy busca convertirse en argumento jurídico.
La resolución del caso promete seguir generando controversia. A medida que el proceso avanza, los interrogantes sobre la voluntad final de Sarlo, los lazos afectivos y las formalidades legales siguen abiertos.