INTERéS GENERAL | 23 MAY 2025

SOCIEDAD

La baja natalidad: un fenómeno global que preocupa a líderes y amenaza el equilibrio social y económico

Las consecuencias de este fenómeno son múltiples. En lo económico, una menor cantidad de jóvenes implica una reducción progresiva de la población activa, lo que afecta directamente el crecimiento del producto interno bruto, la innovación y la competitividad global.




En los últimos años, la baja natalidad se consolidó como una preocupación creciente en distintas regiones del mundo. Desde Asia hasta Europa y América, líderes políticos, economistas y demógrafos advierten sobre las profundas consecuencias que puede acarrear este fenómeno si no se adoptan políticas públicas efectivas y sostenidas. El envejecimiento poblacional, la caída en la fuerza laboral activa y la presión sobre los sistemas de salud y jubilaciones son solo algunas de las señales de alerta.

 

El presidente francés Emmanuel Macron ha señalado que Europa "corre el riesgo de desaparecer demográficamente" si no se revierte la tendencia actual. Por su parte, la primera ministra italiana Giorgia Meloni impulsó una serie de incentivos económicos para las familias, advirtiendo que "sin hijos, no hay futuro posible para Italia". Incluso en China, que hasta hace poco enfrentaba desafíos por el crecimiento poblacional excesivo, el presidente Xi Jinping llamó a "rejuvenecer la nación" ante los últimos datos que confirman una caída sostenida en los nacimientos.

 

Las consecuencias de este fenómeno son múltiples. En lo económico, una menor cantidad de jóvenes implica una reducción progresiva de la población activa, lo que afecta directamente el crecimiento del producto interno bruto, la innovación y la competitividad global. Además, el sistema previsional y sanitario comienza a tensionarse, al haber cada vez más personas mayores que dependen del Estado y menos trabajadores que aportan.

 

En el plano social, el desequilibrio generacional podría provocar un cambio en la estructura de las comunidades, debilitando los lazos intergeneracionales y generando nuevas formas de aislamiento. También puede derivar en una pérdida de dinamismo cultural, una menor adaptabilidad social y una creciente presión migratoria para compensar el vacío demográfico.

 

Si bien muchos gobiernos han lanzado medidas como subsidios por hijo, ampliación de licencias parentales, beneficios fiscales o campañas de concientización, los resultados no han sido uniformes. Expertos coinciden en que, más allá de los incentivos materiales, es fundamental generar un entorno favorable para formar familias: acceso a vivienda, equidad laboral entre géneros, estabilidad económica y redes de cuidado accesibles.

 

La baja natalidad ya no es un problema del futuro. Es una realidad del presente que, de no ser abordada con visión de largo plazo y estrategias integrales, puede redefinir por completo el mapa económico y social del siglo XXI. Como advirtió recientemente el secretario general de la ONU, António Guterres, “el equilibrio demográfico del planeta se está transformando. Debemos prepararnos para sociedades diferentes y tomar decisiones valientes ahora, antes de que sea demasiado tarde”.